Bases
biológicas del inicio de la vida humana
Entrevista de
la agencia
Zenit a la doctora Anna Giuli,
bióloga molecular
--¿Por qué
se habla tanto de la «cuestión» de la vida humana
prenatal?
--Dra.
Giuli: La vida humana prenatal sigue siendo un tema crucial para nuestra
sociedad llamada a confrontarse con los desafíos siempre nuevos de la ciencia y
del progreso biotecnológico. La posibilidad de llevar a cabo precoces
intervenciones terapéuticas y diagnósticos sobre el embrión y sobre el feto, la
producción de embriones in vitro para la superación de la esterilidad o
de riesgos genéticos, la utilización de embriones para obtener células
estaminales para su empleo en el ámbito de la medicina regenerativa, la
experimentación en embriones con fines de investigación o su clonación, son
algunos de los mas discutidos filones biomédicos, que tienen como protagonista
al individuo humano en las fases precoces de su
desarrollo.
¿Quién es el
embrión humano? ¿Es un sujeto, un objeto, un simple amasijo de células? ¿Qué
valor tiene la vida humana precoz? ¿Es lícito manipularla al menos en los
primeros estadios de su desarrollo? ¿Qué grado de tutela otorgarle? Estos son
los interrogantes que van al centro del actual debate sobre el inicio de la vida
humana; poder proporcionar una respuesta ampliamente compartida es fundamental
por las relevantes implicaciones no sólo en terreno sanitario, sino para toda la
sociedad y para el futuro mismo del hombre.
Estas
cuestiones no sólo interpelan al biólogo, al experto en bioética o al
legislador, sino a cada uno de nosotros, simples ciudadanos, llamados a
expresarnos en materias delicadas y complejas, como sucedió el año pasado con el
tema de la fecundación artificial [en Italia. Ndr] o como está ocurriendo en
estos meses, con la experimentación sobre la píldora abortiva RU486. El amplio
debate, frecuentemente desde tonos confusos, suscitado por estos temas, ha
revelado la necesidad de una información cada vez más clara y objetiva para
afrontar con conocimiento y conciencia crítica los nuevos retos éticos y
sociales del progreso biotecnológico.
Resulta
entonces importante aclarar ante todo la naturaleza biológica del ser humano y
de sus orígenes, gracias a la aportación de los numerosos estudios
embriológicos, genéticos y biomoleculares que en los últimos años han permitido
descubrir los mecanismos más íntimos del desarrollo inicial del individuo
humano.
--¿Qué se
entiende por inicio de la vida humana «individual»?
--Dra.
Giuli: Algunas corrientes de pensamiento afirman que la existencia de un
individuo humano «verdadero» al que poder dar «nombre y apellidos» empieza en un
momento sucesivo respecto a la concepción, y que hasta ese momento aquella «vida
humana» no puede tener la dignidad, o bien el valor (y por lo tanto la tutela)
de cualquier otra persona.
En biología
cada individuo se identifica en el organismo cuya existencia coincide con
su ciclo vital, esto es, «la extensión en el espacio y en el tiempo de la
vida de una individualidad biológica». El origen de un organismo biológico
coincide, por lo tanto, con el inicio de su ciclo vital: es la puesta en marcha
de un ciclo vital independiente lo que define el inicio de una nueva existencia
biológica individual que se desarrollará en el tiempo atravesando varias etapas
hasta llegar a la madurez y después a la conclusión de su arco vital con la
muerte.
Sobre la
base de los datos científicos disponibles actualmente, es por lo tanto
importante analizar la posibilidad de identificar el evento crítico que
marca el inicio de un nuevo ciclo vital humano.
--¿Cuándo
comienza la vida?
--Dra.
Giuli: Un nuevo individuo biológico humano, original respecto a todos los
ejemplares de su especie, inicia su ciclo vital en el momento de la penetración
del espermatozoide en el ovocito. La fusión de los gametos masculino y femenino
(llamada también singamia) marca el paso generacional, esto es, la
transición entre los gametos –que pueden considerarse «un puente» entre las
generaciones-- y el organismo humano neo-formado. La fusión de los gametos
representa un evento crítico de discontinuidad porque marca la
constitución de una nueva individualidad biológica, cualitativamente diferente
de los gametos que la han generado.
En
particular, la entrada del espermatozoide en el ovocito provoca una serie de
acontecimientos, estimables desde el punto de vista bioquímico, molecular y
morfológico, que inducen la activación de una nueva célula –el embrión
unicelular-- y estimulan la primera cascada de señales del desarrollo
embrionario; entre las muchas actividades de esta nueva célula, las más
importantes son la organización y la activación del nuevo genoma, que ocurre
gracias a la actividad coordinada de los elementos moleculares de origen materno
y paterno (fase pronuclear).
El nuevo
genoma está, por lo tanto, ya activo en el estadio pronuclear asumiendo
de inmediato el control del desarrollo embrionario; ya en el estadio de una sola
célula (zigoto) se empieza a establecer cómo sucederá el desarrollo sucesivo del
embrión y la primera división del zigoto influye en el destino de cada una de
las dos células que se formarán; una célula dará origen a la región de la masa
celular interna o embrioblasto (de donde derivarán los tejidos del embrión) y la
otra al trofoblasto (de donde derivarán los tejidos involucrados en la nutrición
del embrión y del feto). La primera división del zigoto influye, por lo tato, en
el destino de cada célula y, en definitiva, de todos los tejidos del cuerpo.
Estas evidencias aclaran que no es posible dejar espacio a la idea de que los
embriones precoces sean un «cúmulo indiferenciado de
células».
Algunos
fenómenos, como la posibilidad de formar los gemelos monozigóticos durante las
primeras fases del desarrollo embrionario, no anulan la evidencia biológica de
la individualidad establecida en la fusión de los gametos, en todo caso
sacan a la luz la capacidad de compensación de eventuales daños o errores en el
programa de evolución embrionaria. El embrión humano precoz es un sistema
armónico en el que todas las partes potencialmente independientes funcionan
juntas para formar un único organismo.
En
conclusión, de los datos de la biología hasta hoy disponibles se evidencia que
el zigoto o embrión unicelular se constituye como una nueva individualidad
biológica ya en la fusión de los dos gametos, momento de ruptura entre la
existencia de los gametos y la formación del nuevo individuo humano. Desde la
formación del zigoto se asiste a un constante y gradual desarrollo del nuevo
organismo humano que evolucionará en el espacio y en el tiempo siguiendo una
orientación precisa bajo el control del nuevo genoma ya activo en el estadio
pronuclear (fase precocísima del embrión unicelular).
--El
progreso biotecnológico ha influido tanto en nuestro modo de pensar y en
nuestros estilos de vida que frecuentemente se oye hablar de «tercera cultura» .
¿De qué se trata?
--Dra.
Giuli: Algunos sociólogos han definido la cultura contemporánea como la «tercera
cultura», en la cual tiene predominio la tecnología; entre los principios de
esta nueva cultura fundamental está la idea de que no hay nada fuera del
universo tangible, que el hombre es un organismo no cualitativamente diferente
de cualquier otro animal –y por lo tanto reducido sólo a su realidad
corpórea--.
En terreno
científico se afirma que la ciencia y la tecnología son neutras: ya que la
esencia de la ciencia es la objetividad, todo obstáculo al progreso científico
es como una limitación a tal objetividad; como consecuencia no deben ponerse
restricciones a la actividad científica y al progreso tecnológico. Se habla de
«ciencia de lo posible», que considera justo y bueno todo lo que es técnicamente
posible y que no acepta mensajes de orientación o de estímulo por parte de
sistemas de pensamiento de orden antropológico o ético.
Si el hombre
y toda la realidad biológica son fruto de una evolución ciega, no existen
criterios según los cuales conformar la actuación, y toda realidad natural es
sólo materia a disposición del hombre. Consecuentemente, todo lo que es posible
se convierte en lícito y todo límite es un obstáculo que hay que superar. De ahí
resulta un gran impulso a no contenerse por principios éticos, en otras
palabras, por el sentido de responsabilidad. Una actitud que puede ser muy
peligrosa.
Al
crecimiento de las posibilidades de auto-manipulación del hombre, debería
corresponderle un igual desarrollo de nuestra «fuerza moral» para permitirnos
proteger y tutelar la libertad y dignidad propia y ajena.
--¿Por qué
se dice que el embrión humano tiene dignidad propia?
--Dra.
Giuli: En nuestra cultura está cambiando el sentir común respecto al ser humano,
sobre todo en los momentos más emblemáticos y vulnerables de su existencia,
induciendo una tendencia hacia un gradual «deshojamiento» del valor de la vida
que cada vez va arraigando más en el tejido social y legislativo de la cultura
occidental, históricamente cuna de los derechos humanos.
Según esta
tradición cultural, como se afirma --entre otros sitios-- en el Preámbulo de
la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre de 1948, el ser humano es
el valor del que se originan y hacia el cual se dirigen todos los derechos
fundamentales; cualquier otro criterio de orden cultural, político, geográfico o
ideológico resultaría reductivo y arbitrario. La pertenencia a la especie humana
es el elemento suficiente para atribuir a cada uno su
dignidad.
La tradición
cultural de los derechos humanos ha tenido, además, una profunda incidencia en
la reflexión biomédica contribuyendo a la afirmación más vigorosa de los
derechos del hombre también en medicina, a través de la elaboración de los
códigos de deontología médico-profesional y del desarrollo de los derechos del
enfermo para asegurarle la autonomía y evitar abusos indebidos. Es entonces
oportuno no desconocer esta tradición y valorar sus lógicas consecuencias
respecto al tema del inicio de la vida humana en ámbito
biomédico.
El embrión
humano precoz es un individuo en acto con la identidad propia de la especie
humana a la que pertenece, y consecuentemente deben ser reconocidos sus derechos
de sujeto humano y su vida debe ser plenamente respetada y protegida.
Fuente: ZENIT.org, 28 enero
2006